Los Conflictos Familiares

Conflictos en la familia

Vivimos en sociedad, en conjunto, interactuando, por lo que la existencia de conflictos es prácticamente inevitable. Existen diferencias individuales, variedad de puntos de vista, diferencias en los estados de ánimo y diferencias en la actitud ante las críticas.

Todo esto lo aceptamos en las relaciones sociales y laborales, es un hecho para todos; y como hecho aceptado, aprendemos a manejarlo y a tolerar las diferencias, pero… ¿por qué no hacemos lo mismo en las relaciones familiares?

Cuando hablamos de las relaciones familiares, pretendemos que por el hecho de ser familia esas diferencias desaparezcan y la actitud tolerante se ve limitada y sesgada.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que por el hecho de ser familiares no tenemos que tener las mismas opiniones. En la variedad, hay riqueza. Es cierto, que el hecho de compartir educación, momentos vitales potencia que los puntos de vista de los miembros sean similares, pero por ello no debemos creer que cualquier idea diferente sea un ataque a la identidad familiar.

Por otro lado, es importante observar que un conflicto no siempre tiene que ser negativo. La existencia de un conflicto puede tomarse como una oportunidad para potenciar cambios positivos, para potenciar el desarrollo personal y el familiar.

Un conflicto se vuelve negativo, siempre que las personas que están involucradas, se muestren radicales e inflexibles en sus posiciones, en una palabra intransigentes. De esta forma nos volvemos «ciegos» al otro, no le vemos, sólo vemos que está en nuestra contra.

Para evitar que este conflicto se vuelva negativo, podemos poner en práctica alguna de las siguientes pautas:

  • Escuchar. Sí, simplemente escuchando los argumentos del otro, podremos entender lo que nos está diciendo. Es posible que en sus argumentos, a pesar de ser diferentes a los tuyos encuentres puntos que puedes rescatar y que tenéis en común.
  • Antes de hablar respirar. Tomémonos nuestro tiempo para poder comunicar lo que queremos. De esta forma nuestro argumento será productivo y estará fundamentado en razones reales. La persona que reciba este argumento se sentirá valorada ya que te has esforzado en que el debate sea serio y no una simple discusión.
  • Evitar los gritos y las malas palabras. Siempre que se grita y se utilizan insultos o malas palabras, nuestros argumentos pierden toda su validez.
  • Tono de voz. A pesar de no gritar, de no usar palabras hirientes, de escuchar al otro y de argumentar con cuidado, nuestra actitud sea amenazante ya que utilizamos un tono de voz de superioridad y reproche hacia el otro. Todos los arguementos generados de forma consciente y tranquila son válidos y posibles.
  • No contagiarnos. Puede ser que nosotros escuchemos, respiremos y controlemos nuestro tono de voz y lenguaje, pero que la otra persona no se encuentre en un momento donde pueda tomar esa actitud, este hecho no significa que nosotros debamos tomar la misma actitud. Transmitamos de forma tranquila y pausada que mientras la otra persona mantenga una actitud desafiante e intransigente, nosotros no nos involucraremos en el debate o dicusión

Por último, sólo recordar lo que hemos indicado anteriormente: Un conflicto puede provocar cambios positivos y ser una oportunidad para potenciar el desarrollo personal, individual y familiar